En las altas cumbres andinas de Perú se levanta Moray, un gran centro de investigación agrícola ideado y construido por los incas, del que se nutren hoy los científicos para saber más sobre la historia de la papa.
A unos 50 kilómetros de la ciudad de Cusco, el icono turístico de Sudamérica y la que fuera capital del Imperio Inca -civilización que se desarrolló desde el 1.400 hasta la llegada de los españoles, en torno a 1532-, surge Moray.
Se trata de un formidable complejo arqueológico, conformado por enormes andenes o terrazas que se superponen concéntricamente, tomando la forma de un gigantesco anfiteatro y ubicado a unos 3.800 metros de altitud.
Con motivo de una visita de científicos internacionales, dentro del foro mundial sobre la papa o patata que acoge Cusco hasta hoy, la funcionaria del Instituto Nacional de Cultura (INC) de Perú, Jony Becerra, explicó a Efe que en este lugar los incas llegaron a cultivar "hasta 3.200 variedades de papa nativa".
"En este laboratorio experimental, los incas trataban de domesticar sus productos. Casa piso circular, cada nivel, cuenta con un microclima. En el más profundo la temperatura es más alta en comparación con los demás y así hasta el último", detalló Becerra.
De esta manera, se crearon en un mismo espacio climas que van desde el tropical que alberga los frondosos valles de la vertiente oriental de los Andes hasta el frío del altiplano andino, pasando por el templado de la costa peruana.
"En la actualidad, se cultivan e investigan 60 variedades de papa nativa, además de (los pseudocereales) quinua y quiwicha (amaranto)", reveló la anfitriona de Moray, al detallar que los incas, además de levantar este espacio único, construyeron un sofisticado sistema de irrigación y drenaje de aguas.
"Desde las lomas traían el agua para regar y cada andén cuenta con canaletas de irrigación, construidas en piedra", agregó.
El sistema de drenaje "está formado por piedras porosas que lo hacen permeable", explicó, al detallar que se trata de piedra volcánica que "tiene la propiedad de absorber el calor por el día y por la noche lo emana, por lo que mantiene la temperatura".
Además, tiene la propiedad de evitar las frecuentes inundaciones que se producen en épocas de lluvias.
Moray, que está compuesto por al menos tres construcciones circulares, fue descubierto en 1932 cuando se encontraba totalmente cubierto de vegetación.
El hecho de que los científicos hayan verificado que se trató de un laboratorio agrícola se debe a la variedad de semillas halladas en el lugar, según Becerra.
Moray se convierte así en un espacio de investigación para los actuales científicos, pero además una parada obligada para los miles de turistas que visitan Cusco y la fortaleza inca de Machu Picchu.
Precisamente, algunos historiadores creen que la denominada ciudad perdida de los incas también fue un centro de experimentación agrícola por la disposición de sus andenes y las construcciones que pudieron haber servido de almacén de semillas y productos, pero no hay evidencias, como en Moray, que lo confirmen.
Becerra señaló que los incas llevaban desde distintos puntos del Imperio Inca semillas a Moray, y allí los científicos las investigaban y mejoraban para después devolverlas a los lugares de origen más sanas.
Una misión similar cumple actualmente el Centro Internacional de la Papa (CIP), con sede en Lima, que recoge semillas de todos los Andes, las investiga, las mejora y las devuelve para garantizar la seguridad alimenticia de los pobladores andinos, la mayoría extremadamente pobres.
Los actuales pobladores de las comunidades colindantes a Moray achacan la forma de útero del yacimiento arqueológico a la fertilidad de la mujer.
"Esta tierra es fértil, como el útero", concluye Jony Becerra sobre este yacimiento, en el que los incas trabajaron hacia abajo, penetrando la tierra y retirando grandes cantidades de roca y piedras, para lo que debieron emplear a miles de trabajadores durante varias generaciones.
La construcción principal de Moray tiene 150 metros de profundidad y la diferencia de temperatura entre el andén inferior y el más alto puede alcanzar los 15 grados.
Su perfección es tal que hoy sigue siendo un laboratorio activo.
EFE
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